Sinapsis de un Tapicero

Formateo Laboral .part 00

Hola.

Hoy quiero hacer un remember de cuando cualquier profesional era respetado, en primicia como persona, y en segundo lugar como un profesional más o menos cualificado. Recuerdo cuando la única preocupación que tenía era la de no quedarme dormido después de una tempestuosa noche de fiesta de un Martes cualquiera y cuando esperabas el sobre de las horas extras para buscarle hueco en la caja del bar donde quedabas con los amigotes. Sabías de antemano que pasado el día uno de cada mes te podía caer la nómina en cualquier momento, aún no tenías ni coche, ni hipoteca, ni niños a los que mantener , una cantidad que se iba directa al banco y libre de cargas. Tu tarea era la de hacer tu trabajo lo mejor que pudieras a cambio de un jornal estipulado pero siempre escaso, el coste creciente de la vida era mitigado, en porcentaje, por una insustancial subida del jornal. Bastaba con mantener una conversación con el jefe (con las hoChin-chinjas de destajo por medio) para pedir incentivos monetarios al cambio. Si había trabajo, se celebraba con horas los sábados y almuerzo a cargo del que mandaba y posterior vermú remolachero con sifón y unas salmueras. El ambiente de trabajo era agradable y se respiraba compañerismo y amiguismo con el empresario, que en todo momento guardaba las distancias y se mantenía en su lugar sin acercarse siquiera a tu chepa.


Eran tiempos de bonanza económica y tenías la obligación de comprarte coche y casa, te echabas una novia formal y el matrimonio se hacía hueco en tu agenda, entre risas buscabas nombres para la futura descendencia y así, día tras día, te ves y te vas haciendo mayor cargándote con letra de coche y casa y alojas una cuna/parque en el salón, la habitación que tenías haciendo la vez de trastero, se torna como habitáculo infantil y el vermú remolachero torna a su vez en biberón para la toma de las tres de la mañana.

Hasta aquí todo bien, tranquilo y normal, la cosa empieza a torcerse cuando los que tienen el dinero y la potestad de manejarlo, anuncian una crisis y , amparándose en el bien de la nación, secuestran el parné, la decisión de esconder el dinero y parar el país, ya está tomada y el primer paso andado.

El segundo paso es obvio, consiguiente y consabido, los que han levantado a golpe de riñón la estructura piramidal que nos gobierna, ahora tienen que apechugar con su peso y manutención. Miles de ministros y concejalías que cobran desorbitadas cantidades de dinero en calidad de conceptos, sus visas, sus coches, sus comilonas y juergotes, los estudios en el extranjero de sus retoños, sus caprichos y sus vicios, saltan a la palestra. Ahora la tropa goza de mucho tiempo libre y, tirando de subsidio, mucho tiempo para pensar… y eso, no es bueno.

El tercer movimiento, cual enroque rastrero, es dispersar atenciones y alejar las indiscretas miradas del pueblo llano al puro estilo de cortinas de humo con guantada. Que mejor que mantenernos ocupados con prohibiciones absurdas, mención especial al acoso del fumador (que no de los ingresos del tabaco), o las subidas en recibos cualesquiera, mientras que el sangrado continuo de nuestros bolsillos, nos sumerge en la pobreza pura y dura. Si ,como es el caso, todavía respiras… pues toma patada en el pecho: Haciendo acopio de tener unos desorbitados atributos descomunales y en hermandad empresarial, nos congelan los sueldos y nos invitan, sí o sí, a renunciar a los derechos laborales que tantos años de ardua lucha “oval” nos habían costado. Eso en el caso de que tengas la suerte y el honor de estar nominado, si gozas de unas vacaciones forzadas o forzosas, en el país de E.R.E. o en la república del I.N.E.M., no lo tienes mucho mejor.


















Ya han pasado casi ocho meses desde que salió al mercado la  tragicomedia  “Recorte al obrero y su pérdida de derechos fundamentales a corto y largo plazo” (o reforma laboral, a falta de ser retocada y concretada) que debería haber sido el revulsivo de las masas y el desencadenante de la apatía y que (mecagoentodoloquesemenea) sólo ha servido para que nos demos cuenta de lo mansos que podemos llegar a ser en situaciones críticas. Embelesados con las cortinas ya mencionadas, una del calibre del treinta se nos ha alojado en el tercer ojo y nos obliga a comernos los garbanzos con liza para que no los vayamos perdiendo de camino al cuarto de baño… como dirían nuestros mayores: “Pa’ mear y no echar gota”
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Continuará…




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